La ociosidad provoca el deterioro de los pensamientos más puros y elevados. Sé diligente. Cuando haces las cosas con malhumor o desganadamente, los resultados son pobres, escasos, decepcionantes. ¡Natural! Sólo el entusiasmo mueve el motor de la eficacia. Pon todo tu empeño en hacer bien las cosas y en hacer cualquier tarea con atención, alegría y amor.
El trabajo digno te eleva; la ociosidad te degrada. No todos los trabajos, por muy dignos que sean, proporcionan la dicha y la realización personal que puedas estar buscando. En este caso sublima lo que hagas, hazlo lo mejor que puedas y hazlo con amor y la actividad no te parecerá tan ingrata.
El trabajo dignifica, la ociosidad inhabilita. Recuerda que Adán fue creado y diseñado para vivir en actividad. Sus días en el Edén no transcurrían sin hacer nada. Le puso nombre a todos los animales, las flores, los árboles... Estudiaba todo lo que le rodeaba para conocer su naturaleza y costumbres. Y aún después del pecado el trabajo iba a ser una salvaguarda contra los males que resultan de la ociosidad.
A veces la gente pasa la vida en ociosa inactividad con el argumento de que no hay nada grande para hacer. Pero es mucho más fructífero que realices pequeñas cosas, que no que no hagas nada. Huye de la inactividad como lo huirías de la lepra.
Los grandes logros son el resultado de los pequeños deberes cumplidos.
¡Qué poco significa un granito de arena, pero uno al lado del otro forman una playa!
Si estás en fase estudiantil, esfuérzate todo lo que puedas. Recuerda que ese es tu trabajo hoy. Los logros profesionales que obtengas mañana, serán el resultado de tu sacrificio actual. Mucho sacrificio y entrega a tu tarea, muchos frutos satisfactorios. Poco sacrificio: Pocos frutos y muchas frustraciones.
Si tu mente la tienes ocupada en el trabajo digno, el estudio de tu Biblia y la contemplación de lo bello; si eres diligente en cumplir con tus deberes y amas a Dios por encima de todo... aquí tienes una receta extraordinaria para elaborar el plato suculento de tu vida.
Las cosas que se hacen con diligencia para el mundo pueden reportarte satisfacción, pero transitoria; las cosas que se hacen con diligencia para el Señor te hacen feliz y feliz permanentemente.
Cuando Dios creó al ser humano le asignó un trabajo para hacer, esto prueba que la ociosidad no estaba dentro del plan del Señor.
Tomado de:
Reflexiones para Jóvenes
Ejercicios para el alma.
José V. Giner
No hay comentarios.:
Publicar un comentario