¿Por qué vives a veces arrastrando los tres sacos pesados: El de los problemas de antaño, el de los problemas del hoy y el de los problemas que imaginas que vendrán mañana? Vive el hoy intensamente, dejando el ayer en las manos misericordiosas de Dios, el mañana en la providencia del Señor que siempre sabe qué es lo mejor para ti y él proveerá. Confía el hoy a Jesús que ha prometido no te dejarte ni abandonarte porque vales más que todos los pájaros del cielo.
Las dudas en la vida cristiana corroen el alma como la lepra destruye la piel. ¿Qué hacer con las dudas? Sencillamente déjalas en las manos de Dios. Él te las aclarará cuando lo crea conveniente y tú no te habrás autodestruido. Pon toda tu confianza en el Señor.
Nadie es infalible; tanto para las grandes hazañas de la vida, como para las pequeñeces del día a día, necesitas la gracia sostenedora de Jesús. El apartar tu mirada de Cristo, te lleva a la cueva del desánimo; donde, agazapado como un niño que teme la oscuridad, lloras tu derrota anticipadamente.
Llorar por lo que ha de venir, es temer a los fantasmas imaginarios. Lamentarse por lo que pasó, es quemar el precioso tiempo del hoy, que es en realidad el único tiempo que tienes para vivir y rectificar lo que hiciste mal, en la medida que es posible, y de forma especial, construir el futuro que deseas.
“Renovarse o morir”, dicen los empresarios, refiriéndose a la política que siguen en sus negocios. En tu vida de fe también debe haber una renovación, un volver a recuperar la fuerza del primer amor. Si el cristiano no se renueva día a día, de cierto se acabará arruinando su empresa espiritual. “Nacer de nuevo” (Jn. 3:3).
A cada uno nos toca decidir en quién o en qué confiar. De la elección que tú hagas hoy dependerá toda tu vida futura. Decide poner toda tu confianza en Dios; lo material es tan inestable como el tiempo, las personas pueden cambiar; tus capacidades son limitadas: “Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor y en el poder de su fuerza” (Ef. 6:10).
El ejercicio de aprender a confiar y depender de Dios diariamente te ayudará a robustecer tu fe, preservará tu esperanza, fortalecerá tu visión de lo eterno, desarrollará tu fuerza de voluntad.
¡Oh, no seas de los que abandonan al Señor cuando las cosas van mal o de aquellos que se olvidan de Dios cuando su estatus económico mejora! Sé como la brújula que siempre señala al Norte. Sólo una invariable confianza en Dios te hará crecer y te facilitará el vivir una vida plena, dichosa.
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